A fecha 25 de diciembre ha dejado de estar vigente el final del mundo proveniente de la falsa interpretación arqueológica basada en pseudociencia escatológica de inscripciones mayas en piedras.
Antes de proseguir este artículo vamos a intentar definir lo que se entiende por “fin del mundo”.
El “fin del mundo” se entendería como la destrucción de nuestro planeta, de la Tierra. No existe una forma más probable de destrucción de la Tierra en su conjunto que la causada por la transformación del Sol en su ciclo de vida como estrella en Gigante Roja cuando se agote el hidrógeno para realizar las reacciones termonucleares que habrá llevado a cabo durante unos 10.000 millones de años, estando a día de hoy un poco antes del ecuador de este proceso, a unos 4.600 millones de años desde que se originó. Hoy en día ni siquiera existe consenso científico para afirmar que tal evento del Sol implique la absorción y destrucción del planeta Tierra. Si la Tierra resistiera el agrandamiento del Sol que pudiera interferir en su órbita incluso existe una teoría en la que el planeta no perecería calcinado, fundido y engullido por la terrible ascensión de temperatura proveniente de nuestra estrella.
Por lo tanto, queda claro que el “fin del mundo”, es decir, de nuestro mundo, la Tierra, queda muy lejos del ámbito al que nos han acostumbrado los catastrofistas, los apocalípticos, los escatológicos, las religiones o sectas fundadas en el perdón, el pecado y el infierno…
Otro asunto diferente pudiera ser el “fin de la humanidad”. Sabemos por la biología y la arqueología que han existido seres que evolucionaron y otros que desaparecieron. Lo más sencillo es recordar a los dinosaurios, pero también sabemos que existieron seres antecesores del hombre actual que aún coexistiendo, unos prevalecieron y otros desaparecieron.
El hombre puede desaparecer por muchas razones. Cuando era joven pensaba que la forma de que el hombre desapareciese de la Tierra podría ser una gran guerra.
Debo de reconocer que con 13-14 años era más impresionable con artículos sobre Nostradamus o fatalismos de esa índole. En aquellos tiempos, no leí las interpretaciones de Jean Charles de Fontbrune sobre las cuartetas del antedicho personaje. Sin embargo, leí creo recordar en 1982 un artículo en prensa o en revista sobre los pronósticos para 1983: la 3ª guerra nuclear sucedería en agosto de 1983 y duraría 3 años largos, los árabes invadirían España y una serie de acontecimientos de los que ya no recuerdo, pues esos fueron los que me impactaron.
En agosto de 1983 me encontraba yo en el pueblo de mi padre en la casa de mis abuelos. Llevaba una semana y era feliz, salvo que mi abuelo había muerto casi un año antes y le echaba de menos. Normalmente nunca habíamos coincidido todos en aquella casa, pero a mí tía y a su familia le dio por ir también allí justo después. No había camas suficientes y a mí me tocó dormir en una tumbona de playa, de esas que estás una hora y es cómoda, pero no para estar toda la noche pernoctando. Tenía 14 años y no protesté, pero era incapaz de dormir. De esta forma fui acumulando sueño hasta que algunos días parecía que estaba drogado, francamente.
Nos vinimos antes de tiempo, porque yo no aguantaba más aquella situación y se lo propuse a mis padres. Nada más llegar aquí sucedieron las famosas inundaciones de Bilbao. Como ferviente creyente de la época pensé que aquello era señal del “Diluvio Universal” referido en la Biblia y entonces me volví a acordar de las predicciones de Nostradamus.
Creo que fue entre últimos de agosto y principios de septiembre cuando me sucedió algo realmente intrigante. Empecé a padecer una fobia momentánea e inexplicable, de repente: tenía pánico a una guerra nuclear. Cuando iba por la calle y escuchaba el sonido del motor de un avión pensaba: “claro, se van yendo de aquí porque va a haber una guerra nuclear”. Sinceramente, no es miedo la palabra, era pánico. Algo inexplicable.
Por las noches me acostaba pensando en cómo evitar la guerra. Al cerrar los ojos podía ver varias cabezas de misiles intercontinentales cruzándose en el cielo nocturno. Confieso públicamente que me acostaba llorando y rezando para que no ocurriese lo que yo consideraba que era inminente. No hice comentarios a nadie de esto.
Llegó la fecha de empezar el instituto, no recuerdo si era sobre últimos de septiembre; solo sé que yo les dije a mis padres que no iba a empezar, pues pensaba que ya estaba todo perdido, y mi angustia era gigantesca. Hasta mediados de octubre tuve esa obsesión que me acechaba día y noche, pero a finales de ese mes se me fue ese pánico y en concreto, el día 4 de noviembre de ese año fui a mi primer día de instituto.
Lógicamente toda esta situación para mí es extrañísima y siempre la he tenido en mi mente como algo irracional que no sé por qué sucedió.
Sin embargo hace unos 4 años, descubrí por casualidad que el temor mío en aquellos tiempos no fue infundado y que, efectivamente, existió un riesgo inminente de guerra nuclear entre EEUU y la exURSS, en concreto entre los días 25-26 de septiembre de 1983.
La noticia la leí por casualidad, y me impactó ciertamente, más que nada por la casualidad de concordar las fechas de mi pánico personal con ese evento que pudo desencadenar una verdadera catástrofe mundial.
Afortunadamente desde entonces ya no tengo esos pánicos de guerra nuclear por lo que seguramente la humanidad no perecerá, al menos, por una guerra nuclear.
No obstante, hay que situarse en el contexto de la época para ver que tanto el cine como la música reflejaron ese tenso ambiente de posibilidad de guerra nuclear:
Cabe decir que la película anterior no la vi en el cine sino años después en la TV, por lo que no quedé impresionado en aquellos tiempos por ella, como tampoco con la siguiente, que sí vi en 1984 en el cine y es tremendamente apocalíptica:
El fin de la humanidad está lejos, pero quizás dentro de 100 millones de años existan otros seres en nuestro planeta que estén en condiciones de preservar mejor el medio que nosotros. Si es así, ninguno de nosotros lo pronosticaremos con esa certeza tajante como la de la “profecía maya” y mucho menos, lo veremos. Recordemos que el Apocalipsis de nuestra Biblia fue escrito supuestamente en torno al 100 d.C. y ya entonces se decía que “estaba pronto el fin de los tiempos”. Vemos como el final no existe, tan solo en catastrofistas. Lamento haberlo sido en el pasado, pero parece ser que tuve al menos razón al serlo.
De todos los personajes que últimamente me han llamado la atención sobre "fines del mundo" ha sido Sir Isaac Newton. No es por muchos conocida su afición por el estudio de la Biblia. Hoy en día sabemos que se dedicó con más ahínco a estudiar dicho libro que a pensar y escribir sobre ciencia. Pero lo más anecdótico es saber que tras intentar descifrar el código secreto de la Biblia comparando fechas citadas allí con años de nuestro calendario llegó a la conclusión de que el mundo no finalizaría antes de 2.060 o entendido de otra forma, que ese sería el año del fin.
Esperemos que Newton se equivocase. El tiempo absoluto no lo es tanto...
No obstante, escribí un soneto en 1982, referido a un militar llamado Pedro. De Pedro a Petrov va bien poco, luego a lo mejor yo jugué a ser Nostradamus... ¿Qué porqué compuse este soneto endecasílabo (de 11 sílabas) con 13 años? No tengo ni idea. Solo sé que lo hice en un rato en clase en 7º de EGB. Aparte de las matemáticas, siempre se me dieron bien las letras, entiendo.